lunes, 19 de noviembre de 2007

EL BUZO

Seguro que te acuerdas igual que yo. Fue la primera vez que fuimos juntos a Luarca. Fueron los tres días esos a la aventura. Recuerdo la camiseta de salvaje que me compré en el bazar. Qué distintos hemos sido siempre. Tú preferiste esperar. Eran las fiestas y todo estaba lleno. Dormimos en el coche, en el parking oculto que encontramos. Y cada árbol, y cada piedra, y cada todo era perfecto, supongo que porque así es como estábamos juntos.

A la mañana siguiente quisiste parar para comprarle algo a tu familia. Buscamos y buscamos hasta que encontramos unas figuras de marineros: el del chubasquero, el capitán, el pescador, el lobo de mar… y el buzo. De los cinco, cogiste el más feo, el que más te gustaba, para nosotros. Mira que escoger justo el que no tenía cara… y si por dentro era feo? O si tenía cara de malo?

Con el tiempo nos fuimos a vivir juntos, y el buzo, el “putobuzo” como le llamaba yo con cariño, tuvo un lugar preferente en el salón, mirando hacia la terraza. Muchas veces le observaba y recordaba ese viaje, y a nosotros, y lo felices que sabíamos ser juntos.

Recuerdas? Le cambiaba de postura esperando a que te dieras cuenta, y te la dabas siempre.

Y cierro los ojos y te veo en casa, cogiéndole, envolviéndole en papel, con la misma pena que tengo yo ahora, con el alma rota, recordando aquel 15 de agosto en Luarca, y ese río de agua transparente, y a los dos en casa, bromeando sobre el buzo. Y no entiendo cómo se puede ser tan mala como para causar tanto daño y seguir adelante con esto. Y tú, bueno hasta el final, guardándole. Mañana cuando vaya ya no estará allí, no le volveré a ver nunca. Y sólo porque soy idiota, idiota y egoísta.

El buzo ya no soñará con el mar ni lo buscará por las terrazas de Madrid. Un golpe de realidad le hará darse cuenta de que los sueños son estúpidos, que no se cumplen, y que si los vives se terminan. Que además duelen, y hacen daño a los que quieres, a quien quieres.

Yo pensaba que era muy fuerte. Pensaba que si soy capaz de vivir con mi padre, sin mi familia, podría pasarlo todo. Son dolores diferentes. Con mi padre, sin él, se creó un vacío en mi que no se llena con nada, un vacío que hace que si le escucho quiera no estar. Procuro no escucharle. Esta situación es distinta, no es de vacío, es de tristeza. La estoy provocando yo, podría evitarla y hago daño a la persona que más quiero, a ti. Por qué no la paro? Ya no me acordaba de cómo dolía esto, no es la primera vez, pero si la que más duele, y espero que sea la última. No vuelvo a esto del amor, no me interesa, no es para mí.

Y yo pensaba que era fuerte, y no soy capaz de calzarme para sacar la basura, ni de pensar, ni de seguir adelante como estos días, ya no doy más de mi, no me quedan fuerzas. Ya volveré cuando sea capaz, cuando siga sin serlo pero reúna fuerzas. Fuerzas para qué? Seguro que el buzo está llorando debajo de su escafandra, me da igual que sea feo.

Me habré vuelto humana y habré dejado de ser fría? O es sólo que aún no sé dónde me estoy metiendo? De dónde estoy saliendo? Quizá es porque contigo todo era más fácil, porque al final del día siempre estabas tú. Y cuánto me cuesta obligarte a ir, pero sé que es lo único que puedo hacer pensando en los dos. Si pienso en ti me quedo, si pienso en mi no lo sé, pero si pienso en los dos, creo que tenemos que tener la opción de encontrar lo que teníamos en Luarca, aunque lo encuentres sin mi, con otra persona. Yo no lo voy a buscar, pero no puedo condenarte a no tenerlo. Te lo digo siendo la última vez que actúo para bien de los dos.

Ya sé que tú no lees nunca aquí, pero también sé que cuando estés mejor vendrás a esta página para saber, y no puedo no decirte las cosas, y tampoco puedo decírtelas en persona. No puedo tampoco, - ves como no soy fuerte – despedirme de ti. No lo hago, ni siquiera pongo un punto

En Madrid, a 18 de noviembre de 2007


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